Fuente Original: Timac AGRO
Patricia Giraldo y Antonio Vallejo, profesores de la ETSIAAB, destacan la importancia de una fertilización eficiente y la elección de variedades resistentes para enfrentar los desafíos del cambio climático en la agricultura. Los fenómenos meteorológicos adversos, especialmente la sequía, han provocado alteraciones en el ciclo de los cultivos que afectan a la producción. La pregunta es: ¿con qué herramientas contamos para adaptarnos a estos cambios y ser menos contaminantes? El aprovechamiento de los fertilizantes resulta esencial, y también la apertura a nuevas variedades.
La alternancia de largos periodos de sequía, las elevadas temperaturas, así como la irregularidad y la nueva estacionalidad de las precipitaciones son algunas de las consecuencias del cambio climático que están afectando a la agricultura y provocando nuevas tendencias en los cultivos. “El fenómeno más preocupante es la sequía”, afirma Patricia Giraldo, profesora de la Universidad Politécnica de Madrid en el Departamento de Biotecnología-Biología Vegetal de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB).
Como consecuencia, se alteran las estaciones de floración y maduración, aparecen con mayor virulencia episodios de estrés hídrico y térmico en las plantas, plagas inesperadas…
En definitiva, asistimos a un escenario de incertidumbre para el agricultor que afecta al rendimiento de los cultivos. Y la pregunta es: ¿existen herramientas que le permitan adaptarse y anticiparse a la nueva situación y, al mismo tiempo, contaminar menos para mitigar sus efectos?
“Lo cierto es que el aumento de la producción de alimentos no pasa por un aumento de la superficie cultivable, de modo que si cultivamos en peores condiciones necesariamente tendremos que optimizar el proceso, teniendo en cuenta que cada vez hay una mayor necesidad de alimentos”, remarca Giraldo.
Así las cosas, la única forma de paliar las consecuencias del cambio climático en la agricultura y de reducir la huella de carbono es hacer una “aproximación multidisciplinar al problema, aplicando una fertilización eficiente, una selección de variedades más resistentes al cambio climático, diferentes estrategias de manejo, optimización del riego, iniciativas para la recuperación del suelo con materia orgánica y microorganismos, sensores que nos indiquen cómo y cuándo abonar, regar…”, afirma Patricia Giraldo. “Combinando todas estas variables, conseguiremos una mayor rentabilidad del cultivo y también contaminar menos, lo que se conoce como agricultura climáticamente inteligente”, señala.
Se trata, en definitiva, de apostar por nuevas variedades mejor adaptadas, lograr un máximo aprovechamiento del fertilizante, además de recurrir a las técnicas de manejo más adecuadas.
El poder de una fertilización eficiente
“Lo primero que hay que conseguir es el máximo aprovechamiento de los fertilizantes por parte de la planta, para evitar en lo posible que contamine acuíferos y que llegue a la atmósfera en forma de gases contaminantes”, apunta Patricia Giraldo. Por eso, la experta aboga por el uso de soluciones de nueva generación, más inteligentes y eficientes.
Parte importante de la huella de carbono asociada al uso de fertilizantes, tanto orgánicos como minerales, se debe al N2O, que se produce con dos procesos microbiológicos en el suelo: nitrificación y desnitrificación. Teniendo esto en cuenta, “la reducción de las emisiones de este gas favorecerá la bajada de la huella de carbono asociada a estos cultivos”, asegura, por su parte, Antonio Vallejo, catedrático y profesor en el Departamento de Química y Tecnología de Alimentos, también de la ETSIAAB.
En su opinión, la mejor manera de mitigar las emisiones es la adecuación de las prácticas de manejo, especialmente la fertilización nitrogenada y el agua, a las características de los cultivos. La idea es aumentar la eficiencia en el uso de nitrógeno mediante las estrategias 4R: right dosis (right rate), right fuente nitrogenada (right source), right localización del fertilizante (right place) y right momento de aplicación (right time).En otras palabras, apostar por una fertilización “de precisión, ajustada a las necesidades del cultivo”, asegura.
En este sentido existen diversas herramientas, como los inhibidores de la nitrificación, o estrategias como el reparto de la dosis durante el ciclo del cultivo o la inyección de fertirrigación que garantiza la incorporación inmediata del fertilizante.
Respecto a los inhibidores de la nitrificación, el experto afirma que “van a utilizarse en un futuro”, pero puntualiza que su uso estará condicionado al efecto residual que produzcan. Además, augura que van a promocionarse los inhibidores biológicos de origen natural que no se obtengan mediante síntesis, como los basados en sustancias secretadas por las raíces de las plantas, que inhiben parcialmente la nitrificación. Eso sí, advierte de que este mecanismo biológico solo se ha descrito en determinados cultivos. “Lo ideal sería que se aplicaran en cantidades suficientes para inhibir el crecimiento de poblaciones nitrificantes durante semanas… pero hasta la fecha no existen productos comerciales con esa capacidad”, lamenta.
En cuanto a los fertilizantes de liberación controlada -solubles recubiertos por una sustancia insoluble que impide su liberación, y los de baja solubilidad-, el experto afirma que “han demostrado una eficiencia en el uso de nitrógeno y por ello también en la reducción de pérdidas por lixiviación, que ha resultado menor en cuanto a la disminución de emisiones a la atmósfera. La clave de estos fertilizantes es la necesidad de sincronizar bien la liberación de nutrientes con la demanda de la planta”, subraya. Si esto se consigue, habrán cumplido su función.
Por último, Patricia Giraldo aborda también el uso de bioestimulantes y su contribución al desarrollo del cultivo: “Con efectos como el aumento del sistema radicular, estos productos permiten que la planta aproveche mejor los recursos naturales, lo cual se traduce en una mejor respuesta ante el estrés hídrico y en una reducción de las unidades fertilizantes”, afirma. Como consecuencia, se produce un mayor desarrollo de la biomasa y un aumento de la fijación de carbono asociada.
Variedades más resistentes
Otra de las claves para enfrentar el cambio climático es recurrir a variedades más resistentes a las condiciones climáticas desfavorables, especialmente a la sequía. “Ahora mismo estamos investigando sobre variedades tradicionales -que hoy día no se cultivan- pero que tienen mayor adaptabilidad que las actuales porque conservan mucha variabilidad genética que se ha ido perdiendo con el tiempo”, afirma Patricia Giraldo. Y agrega: “Aunque las variedades actuales sean más productivas, nada nos asegura que en unos años sean capaces de responder a los fenómenos del cambio climático”. “Al final, aunque no produzcan tanto en circunstancias óptimas, si son capaces de garantizar una producción más estable ante fenómenos inusuales – por ejemplo, una ola de calor en abril o mayo cuando los cereales se están llenando de grano- son preferibles, al menos evitamos que se pierda la cosecha”, apunta.
Por eso, el reto ahora es conseguir que, además de adaptarse a los cambios meteorológicos, “estas variedades tradicionales recuperadas sigan siendo igual de productivas y rentables que las actuales”.
“Vamos a tener que decidir en función de condiciones cambiantes porque ¿qué ocurre si el agricultor está cultivando variedades que necesitan frío antes de la floración y de repente aumentan las temperaturas? Tendrá que, o bien que plantearse cambiar de localidad, o bien cambiar las variedades del mismo cultivo (de invierno a primavera) o bien cambiar de cultivo”, subraya.
Así, queda patente que los fertilizantes eficientes, como los inhibidores o los de liberación controlada basadas en la baja solubilidad o en tecnologías adaptadas a la demanda de la planta, influyen en la reducción de emisiones. Paralelamente, al permitir un menor uso de unidades fertilizantes, son determinantes para obtener una mayor rentabilidad del cultivo. Del mismo modo, la utilización de variedades más resistentes se perfila como otra de las apuestas de la agricultura del futuro.